domingo, 27 de mayo de 2007

Las manos de mi abuela

Es curioso, hace años que mi abuela se marchó, pero aun recuerdo con completa nitidez su voz, sus expresiones y su rostro. Recuerdo muchas cosas de mi abuela, recuerdo su forma de hacer punto, tan rítmica, tan constante y con tanta soltura. Recuerdo sus guisos y el sabor de cada uno de sus platos, de sus postres y su forma de poner la mesa. Recuerdo su organización por las mañanas, y su forma de quitarle importancia a los problemas cotidianos. Mi abuela era una persona formidable, de ese tipo de personas que cuando se van el único sentimiento que se te queda dentro es el de la tristeza y a la vez la alegría, de haber tenido la suerte de formar parte de su vida y viceversa. Recuerdo sus ojos y su cuerpecito, y su forma de caminar, recuerdo cómo llamaba al timbre y su voz detrás del teléfono...y recuerdo sus manos.


Recuerdo las manos de mi abuela ante todas y cada una de las cosas, recuerdo su forma de moverlas, y cómo nos acunaba con ellas. Recuerdo cómo las utilizaba al cocinar, y al tejer, y al guardar cada cosa, y al buscar en su bolso....recuerdo sus manos sobre sus rodillas, y sus manos sobre la mesa, preparada para comer. Sus manos son ahora mi vértice en la vida. Las manos de mi abuela, que cosían, que tejían, que cortaban telas, que ponían botones. Las manos de mi abuela que realizaban todas aquellas tareas que sólo enseña una madre. Sus manos nos transmitieron a los demás cómo comenzar a ser un/a artesano/a.


Mi abuela, quizá sin saberlo, fue la propulsora de todas aquellas cosas que hoy hacemos sus nietos e hijos. De todas aquellas tareas que hoy en día nosotros realizamos sólo con nuestras manos y con cariño, el mismo que ella nos enseñó a ponerle a las cosas.


Tuvimos mucha suerte de aprender de alguien como ella, y aunque pasara de una forma fugaz, jamás desaparecerán de nuestro recuerdo su persona y sus gestos.

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