miércoles, 27 de junio de 2007

Amores Perros...

Y es que esta última semana ha venido cargada de trabajo, de tensión y de una locura por intentar organizar, que hacía mucho tiempo que no me devoraba.
Con la llegada de Leo y de Golfo (nuestros dos nuevos perritos), mi vida se ha vuelto un tornado olvidando en una semana lo que era vivir tranquilamente.
Leo es una perra muy pequeña, de tan sólo 2 meses, es mestiza, igual que Golfo, que fue encontrado en la carretera cruzando de un lado a otro, asustado por el ruido de los coches.

Cuando cogimos a Golfo, que tiene al rededor de 4 meses, tenía la oreja y el lomo pintados de blanco, como si alguien le hubiese pegado con una brocha dejando una huella triste sobre su pelo marrón. Golfo tiene los ojos claros, es muy delgado y es un cachorro. De momento Leo y Golfo son como si fueran hermanos, y estaban tan predestinados a estar juntos, que ambos tienen una marca que los unifica y los une: tienen 6 dedos en las patas traseras.
La primera noche, mi perrita lloraba incesantemente, como llamando a una madre que nunca llegaba. Golfo se limitaba a tumbarse y a intentar conciliar el sueño, pero le era inútil.
Creo que Leo lloraba tanto porque estaba triste y se sentía sola y perdida, sin embargo Golfo ya estaba más adapatado a los cambios, a la tristeza que da el vivir solo y a los sobresaltos por los ruidos devoradores de los coches y los camiones.
Poco a poco se van adaptando, van haciendo caso y Golfo empieza a volverse juguetón, empieza a situar en el pasado los días tristes que le llevaron a nuestras manos.

A veces cuando los miras parece que pueden hablarte, parece que tras sus ojos se esconda una historia que desean transmitirte, compartir contigo. Es en esos momentos cuando te alegras de que sean perros, que sean capaces de olvidar al igual que de saltar del llanto al juego con tanta naturalidad. Te alegras de que se adapten a tí y al campo, a salir a correr y a andar, a subirse en un sofá y a quedarse dormidos, y a los pisos nuevos que estamos habitando en estos días en busca del definitivo.

Pero, sin pararme demasiado a pensar, me alegro de poder abrazarlos, de haberlos elegido de esa manera tan repentina, de haberlos introducido en nuestra vida. Me alegro sin duda, de haber recorrido cielo y tierra hasta encontrar La Protectora de Animales, y de haber decidido cometer la locura de coger a Leo y a Golfo a la vez....Ahora son mis amores, convertidos en perros.

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