domingo, 18 de abril de 2010

Plan B


Cuando tu vida se rige por un solo camino, y tus actuaciones diarias no encuentran compañía, las opciones suelen revolotear a tu alrededor como miles de mariposas que esperan ser atrapadas de una en una.

Viviendo sola, paseando sola, descubriendo sola, me voy convirtiendo en dueña de mis acciones, de mis decisiones, de mis dudas y de mis múltiples errores.

Esta mañana, me desperté muy temprano, como de costumbre. No puedo decir que me desperté a la salida del sol, pues desde que la primavera comenzó, el sol se ha vuelto muy travieso, jugando a salir a las 4.30 de la mañana todos los días...
Ya os podéis imaginar la luz que se cuela por el enorme ventanal a las 8 de la mañana. Si el día no está nublado, la luz que entra arrastra una energía alarmante para aquellos que tenemos por costumbre dormir hasta algo más de las 9.

El caso, es que a las 9.30 ya estaba en marcha, buscando un tranvía que me llevase al otro lado del río Vístula, hasta el histórico barrio de Praga. Mi idea principal era encontrar el "rastro ruso" y averiguar si era tan grande y tan curioso como lo pintan en todas las páginas que he leído. Me imaginaba comprando unos de esos acordeones que aparecían en las fotos de aquellos que tuvieron la suerte de encontrarlo varios años atrás. Me imaginaba rozando con la punta de los dedos los casquillos de esas balas que portaba el ejército polaco durante el levantamiento, y curioseando dentro de alguna maleta carcomida por el paso de los años y por las historias que un día encerraba la piel de aquellas manos que la portaban.

Se hablaba del "rastro ruso" como del mayor mercado negro europeo. Y según las indicaciones leídas se situaba en el interior del antiguo estadio de Varsovia.

Mi gozo en un pozo. Ni mercado, ni rastro, ni maletas, ni estadio. Cuando me he plantado frente a la puerta del estadio a las 9.30 de la mañana, me he encontrado un edificio semi destruído, vestido de andamios y chapas y rodeado por un cinturón de láminas de plástico blanco que han teñido del mismo color la idea que con tanta ilusión me había llevado hasta allí.

Bien. ¿Ahora qué? ... ¡Caminaré!

Caminando, me he adentrado en un parque. Pero no un parque cualquiera. Se ha convertido en uno de los parques más bonitos que he encontrado en Varsovia. Me ha regalado las flores que tanto tiempo llevo esperando y que pensé muertas para siempre, sepultadas bajo el hielo. Me ha regalado la luz de una mañana de primavera en Granada, niños, bicicletas, árboles enormes retoñando. Un lago. Un pequeño río bajo un puente de piedra. Familias pescando. Personas acompañadas, reflejadas en los ojos de mi soledad, que ahora se sentía plena.

Lugares desconocidos, llenos de gente con sus propias vidas, con sus rutinas, con sus miedos y sus ilusiones.
Es entonces cuando he pensado que quizás tenga que vivir esta etapa sola. Así podré decidir si sentarme en un banco a admirar la riqueza de otras vidas, o si seguir caminando mirando el asfalto.

Decidir si quiero volver a cruzar el río ante ese estadio cerrado para siempre, o seguir caminando y encontrar un tesoro escondido.
Un tesoro donde se esconde la luz, el color, la sonrisa de este lugar...

Un lugar sólo para mí.

1 comentario:

Abigail LT dijo...

PRECIOSO!!!!!!!!! Ya te llevaré yo al Rastro de mi pueblo no te apures!

T quiero.