Pero hay algo de atractivo en esta nueva moda y a todos nos gusta colocar la boca como si fuéramos franceses y saborear la palabra "vintage", mientras recopilamos abrigos antiguos, botines desgastados y nos dejamos el pelo largo para poderlo ver mejor a través de nuestras enormes gafas. "Es una moda con personalidad" dicen muchos, bueno, no entraré en debate.
La cosa es que enredados en todo este mundo de moda retro, vendage o clásica también hay elementos que se tornan así en nuestras cabezas, ya que todo está como dentro de un torbellino antiguo. Las modas vuelven, y aunque ahora nos quedemos con lo mejor de nuestro presente tecnológico, nos gusta rememorar viejos planes y actividades.
Detrás de mi casa han abierto un videoclub. Es un videoclub feo, demasiado recargado de colores, y un poco disperso en su tarea: igual te alquilan una película que te venden una camiseta culé. Pero viene a la cabeza el recuerdo romántico de bajar un día de lluvia, alquilar una peli y verla en casa de forma legal. La legalidad en este campo es algo que me hace sentir entre pardilla y derrochona, pero todo sea por estar a la moda. Es curioso que entrar en un videoclub ahora me parezca que es unirme un poco más a la última tendencia. Todo es disperso y extraño y no sabría muy bien cómo defenderlo así que no le daré muchas más vueltas.
He alquilado la película de Blancanieves, para ver esta noche y en el momento en que iba a pagarle al dueño casi que me ha parecido extraño no pagarle en pesetas. Me pregunto por qué no volveremos a la antigua moneda, si los gobiernos quisieran estar a la última no lo dudarían ni un segundo. No imagino nada más vintage que volver a contar en duros.